1 Corintios 11,23-26
Por lo que a mí toca, os he transmitido
una tradición que yo recibí del Señor; a saber: que Jesús, el Señor, la noche
misma en que iba a ser entregado, tomó pan, dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo que
entrego por vosotros; haced esto en memoria de mí”. Después de cenar, tomó igualmente la copa y dijo: “Esta
copa es la nueva alianza sellada con mi sangre; cada vez que bebáis de ella,
hacedlo en memoria de mí”. Y, de hecho, siempre que coméis de este pan y bebéis de
esta copa, estáis proclamando la muerte del Señor, en espera de que él venga.
José Antonio Pagola
Al narrar la última Cena de Jesús con sus discípulos, las
primeras generaciones cristianas recordaban el deseo expresado de manera
solemne por su Maestro: «Haced esto en memoria mía». Así lo recogen el
evangelista Lucas y Pablo, el evangelizador de los gentiles. Desde su origen,
la Cena del Señor ha sido celebrada por los cristianos para hacer memoria de
Jesús, actualizar su presencia viva en medio de nosotros y alimentar nuestra fe
en él, en su mensaje y en su vida entregada por nosotros hasta la muerte.
Recordemos cuatro momentos significativos en la estructura actual de la misa.
Los hemos de vivir desde dentro y en comunidad.
La escucha del Evangelio
Hacemos memoria de Jesús cuando escuchamos en los evangelios
el relato de su vida y su mensaje. Los evangelios han sido escritos,
precisamente, para guardar el recuerdo de Jesús alimentando así la fe y el
seguimiento de sus discípulos. Del relato evangélico no aprendemos doctrina
sino, sobre todo, la manera de ser y de actuar de Jesús, que ha de inspirar y
modelar nuestra vida. Por eso, lo hemos de escuchar en actitud de discípulos
que quieren aprender a pensar, sentir, amar y vivir como él.
La memoria de la Cena
Hacemos memoria de la acción salvadora de Jesús escuchando
con fe sus palabras: «Esto es mi cuerpo. Vedme en estos trozos de pan
entregándome por vosotros hasta la muerte... Este es el cáliz de mi sangre. La
he derramado para el perdón de vuestros pecados. Así me recordaréis siempre. Os
he amado hasta el extremo». En este momento confesamos nuestra fe en Jesucristo
haciendo una síntesis del misterio de nuestra salvación: «Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús». Nos sentimos salvados por
Cristo, nuestro Señor.
La oración de Jesús
Antes de comulgar, pronunciamos la oración que nos enseñó
Jesús. Primero, nos identificamos con los tres grandes deseos que llevaba en su
corazón: el respeto absoluto a Dios, la venida de su reino de justicia y el
cumplimiento de su voluntad de Padre. Luego, con sus cuatro peticiones al
Padre: pan para todos, perdón y misericordia, superación de la tentación y
liberación de todo mal.
La comunión con Jesús
Nos acercamos como pobres, con la mano tendida; tomamos el
Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe; acogemos en silencio a Jesús
en nuestro corazón y en nuestra vida: «Señor, quiero comulgar contigo, seguir
tus pasos, vivir animado con tu espíritu y colaborar en tu proyecto de hacer un
mundo más humano».